Medina Al-zhara

Medina Al-zhara

Hoy es poco más que una ruina, pero en el siglo X, fue una de las ciudades más bellas e importantes del mundo.

Abd er-rahman III, octavo emir independiente y primer Califa de Córdoba, reinó durante cuarenta y nueve años desde el 912 hasta su muerte en el año 961. Durante su reinado al-Andalus alcanzó el grado máximo de esplendor. Fue un monarca extraordinario, pacificó y unificó los dominios musulmanes en la Península, engrandeció Córdoba, embelleciéndola y convirtiéndola en la primera capital política, científica y cultural del mundo occidental.

Entre sus esposas y concubinas destacó Zahra, su favorita, alrededor de la cual se ha tejido la leyenda de la fundación de la ciudad.

Zahara murió dejando una importante fortuna que, de acuerdo con su testamento, debía destinarse a rescatar musulmanes cautivos en tierras cristianas. El califa mandó emisarios a los reinos cristianos, no pudiendo encontrar a ningún prisionero que liberar. Entonces decidió utilizar aquellos dineros para fundar una ciudad que llevaría su nombre.


La construcción se realizó con enorme riqueza. A modo de ejemplo, el salón del Califato, donde habrían de celebrarse los actos de proclamación de los futuros califas, tenía los muros cubiertos de mármoles trasparentes de diversos colores; las puertas, ocho en cada lado, estaban formadas por arcos de marfil y ébano apoyados en columnas de jaspe y cristal de roca, con incrustaciones de perlas y rubíes. En el centro del salón había una fuente de mercurio que iluminaba, con su reflejo, la estancia.

Aprovechando la forma del terreno, la nueva Medina se construyó en tres terrazas. Arriba como símbolo de dominio y poder se colocó el Alcázar, las dependencias administrativas en el medio y, abajo, la mezquita, el zoco y los jardines con alberca y juegos de agua.


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